La Dieta alcalina está de moda y como todo lo que está de moda es polémica.
Cuando buscamos por la web podemos encontrar a partes iguales defensores a ultranza como detractores encarnizados. Ante esta información tan desigual ¿con qué nos quedamos?
Pues como decía Aristóteles en el término medio está la virtud.
Vamos a analizar los pros y los contras de esta dieta y ver con qué podemos quedarnos.
Pero, para empezar por si alguien no sabe todavía lo que es vamos a empezar por explicar en qué consiste.
Hablaba en otro artículo sobre el Ph y cómo afecta a nuestro cuerpo (puede leerlo aquí), lo cual es una información básica para comprender el principio de la dieta alcalina.
Decía en este artículo que el Ph de nuestra sangre se mantiene entre un 7, 35 y un 7,45 que es un Ph ligeramente alcalino, siendo 7 el Ph neutro. Por lo tanto nuestros glóbulos rojos que son, sin duda, las células más importantes de nuestro organismo viven en un ambiente alcalino.
Hasta ahí todo el mundo de acuerdo.
Toda la polémica viene entonces alrededor de si esa alcalinidad se puede o no variar en función de nuestra alimentación. Y ahí es donde está el quid de la cuestión.
Para los detractores de la dieta alcalina, el cuerpo es capaz de regular el equilibrio de todo lo que entra en nuestro organismo para mantener el Ph adecuado en cada momento. Razón no les falta, ya que nuestro cuerpo es una máquina perfectamente engranada que cuenta con mecanismos tanto de asimilación como de eliminación para que el equilibrio ácido-base sea el óptimo en cada momento.
¿Quiere esto decir entonces que los defensores de la dieta alcalina están equivocados?
Pues tampoco.
En un mundo ideal donde la alimentación fuera sana, es decir que los alimentos se obtuvieran por vía natural, esto sería así.
Pero estamos muy lejos de un mundo ideal.
La “civilización” ha traído consigo grandes ventajas, pero también grandes problemas. El ser humano ya no es agricultor y recolector únicamente. Más bien el porcentaje de personas que se dedican a la agricultura o a la ganadería se ha reducido sensiblemente. La mayor parte de los habitantes del planeta se dedican a la industria y a los servicios.
La industria fabrica los mecanismos de los que nos servimos para que nuestra vida sea más fácil.
Pues bien, con el fin de facilitarnos las cosas y tener más tiempo para dedicarnos a la industria y a los servicios, dedicamos cada vez menos tiempo a preparar nuestra alimentación y la civilización nos surte cada vez más de alimentos ya procesados y preparados para comer sin dedicarle mucho esfuerzo.
Por otro lado, el hecho de que la población haya aumentado tanto ha hecho necesario que los recursos alimenticios se hayan tenido que optimizar. Para ello hemos debido de desarrollar productos que eviten que los cultivos se deterioren o sean afectados por plagas. Así mismo, productos para los campos produzcan más y mejor.
Esto es una necesidad que ha traído tanto el aumento de la población como el progreso.
Por mucho que la mayoría de nosotros, entre los que me incluyo, abogaríamos por un consumo natural, lo cierto es que tampoco podemos obviar que esas necesidades existen y que, aunque probablemente no se ha hecho de la mejor manera tampoco podemos volver de golpe al mundo anterior a riesgo de que no hubiera alimentos para todos.
Detrás de la industria de lo tratado y procesado, surge ahora con mucha fuerza la industria de lo ecológico y lo “bio”.
Esta pretende devolver a los alimentos sus propiedades primitivas y no utilizar los productos que hemos descrito anteriormente. Pero no hay que engañarse porque esto no es tan fácil como parece y explicaré porqué.
Los cultivos ecológicos no pueden ser plenamente ecológicos ya que tanto por el aire como por las aguas subterráneas, como por los insectos a aves, se propagan los productos de abono y protección como los pesticidas que se están utilizando en otros campos no necesariamente cercanos.
Por otro lado, para que estos productos estén a nuestro alcance hace falta que lleven conservantes. Aunque los conservantes sean menos agresivos para la salud que los que utilizan en los productos convencionales no dejan de ser aditivos.
¿Quiere esto decir que vivimos en un mundo sano?
Ciertamente no y en otro artículo explicaré cómo y porque la forma en que se tratan nuestros alimentos nos está perjudicando gravemente.
Sin embargo, no hay que darle más vueltas este el mundo en el que vivimos y, de momento por lo menos, poco podemos hacer excepto intentar paliar en lo posible estas consecuencias.
De acuerdo con esto, si en un mundo ideal nuestro organismo auto-regulaba su Ph es totalmente factible que ante la cantidad de alimentos procesados que no tenemos más remedio que ingerir, el cuerpo no esté todo lo preparado que debería para poder hacer esta auto-regulación y que necesite de una “ayudita”
Llegados a este punto, debemos entender que una cosa es que a nuestro organismo le resulte saludable seguir una dieta alcalina correcta y otra muy distinta pensar que la dieta alcalina es la panacea universal y que nos va a curar todas las enfermedades, cáncer incluido.
Lógicamente, mejorar nuestra dieta va a contribuir a que mejore nuestra salud en todos los sentidos, pero de ahí a curar el cáncer u otras enfermedades graves por el estilo, va un abismo.
Mucho más si somos consciente de que en la salud y en la enfermedad intervienen no solo los factores químicos, sino también los emocionales, medioambientales, etc. No hay que olvidar que somos un todo indivisible.
A pesar de esto hay algunas cosas incontestables:
Los alimentos procesados tanto como los que provienen de manipulaciones de todo tipo, es decir, casi todos, tienden a acidificar nuestro cuerpo.
Como ya he dicho, el cuerpo tiene mecanismos de regulación y es lo que hace regular.
Todo el sentido de la dieta alcalina está ahí.
Nuestro cuerpo regula y para regular, utiliza lo que tiene para devolver a nuestro organismo su Ph ideal. Para ello utiliza los recursos de los que dispone y esos recursos son los huesos, el pelo y las uñas principalmente.
La dieta a la que estamos sometidos por necesidades del guión provoca, y esto sí es seguro, enfermedades tales como la artrosis, la artritis, la osteoporosis, caída del cabello y descalcificación en general.
Entonces ¿La dieta alcalina es necesaria?
Lo que es necesario es una dieta saludable y en ese sentido la dieta alcalina es mucho más saludable que comer a base de alimentos procesados sin tener en cuenta cómo afecta a nuestro organismo.
Por otra parte, la dieta alcalina incide sobre el consumo mayoritario de alimentos vegetales y, en gran parte crudos, lo cual es extremadamente beneficioso para nuestra alimentación.
Pero no olvidemos que comer vegetales no es tampoco la panacea universal porque estos tampoco son todo lo naturales que debieran ser, por lo tanto para garantizar absolutamente nuestro equilibrio deberíamos, además de seguir una dieta lo más saludable posible incrementarla con la ingesta de algún suplemento alimenticio mineralizante.